El próximo mes de octubre de 2010 darán inicio los talleres de escritura dirigidos por Antonio Jiménez Morato.
Se abre desde hoy el periodo de matrícula.
Para realizar tu reserva pincha aquí.
Inicio del taller: 14 de octubre
El taller está abierto a incorporaciones a lo largo de todo el año.
Frecuencia de las sesiones: Una sesión semanal de dos horas
Grupos: Jueves por la tarde, de 18:30 a 20:30 h
Frecuencia de las sesiones: Una sesión semanal de dos horas
Grupos: Jueves por la tarde, de 18:30 a 20:30 h
Librería Tipos Infames. C/ San Joaquín, 3. Metro: Tribunal
No hay cuota de inscripción. Descuento por pago de curso completo.
No todos los que van a un gimnasio pretenden ser plusmarquistas olímpicos, aunque muchos deportistas de alto nivel sí acudan puntualmente al gimnasio para mantener su cuerpo en forma. La comparación se puede transportar sin problema a los talleres de escritura: no hace falta querer ser un escritor de éxito o prestigio -por desgracia muchas veces no van acompañados- para inscribirse en un taller de escritura, pero si alguien tiene el deseo o al vocación de convertirse en uno la asistencia a un taller puede ser una opción más que interesante, ya que permite aprender y practicar muchos recursos dirigidos a ser un buen escritor.
Inscribirse y participar en un taller, en todo caso, no habilita a nadie para ser escritor, por mucho que en algunos lugares se obstinen en hacerle creer eso a los clientes -en dichos lugares pesa más la condición de cliente que la de alumno- que se acercan para recabar información al respecto; no se comercia con los deseos de las personas. Un taller tampoco debería ser un lugar donde a uno le den una palmada en la espalda con la exclusiva intención de que siga pagando su cuota mensual, como sucede, también, en muchos centros dedicados a la escritura creativa. Y, por último, un taller no debe estar pensado como una mera distracción vespertina que puede dirigir cualquier persona que haya cursado estudios de humanidades y cubrir así el expediente como alguien más cercano a un animador que a un verdadero profesor, cosa que ocurre en muchos centros culturales de distrito en los que dentro de su oferta de cursos se incluyen los talleres de escritura.
Un taller es un punto de encuentro, pero también una plataforma de investigación. Personal y social. En un taller no se aprenden tan sólo recursos y trucos destinados a hacer más eficaz un texto, que también, sino a encontrar en la escritura una herramienta para conocernos mejor a nosotros mismos y al mundo que nos rodea. Escribiendo se ordena el pensamiento, se clarifican ideas y sentimientos y el proceso de construcción de un texto puede servirnos, también, para construir nuestro universo. Por eso un taller de escritura no es tan sólo un lugar donde "aprender a escribir bien", sino, sobre todo, un lugar donde poder comprender los mecanismos de la sociedad y de nuestra mente y nuestro cuerpo. Sin misticismos, sin sucedáneos de autoayuda, tan sólo porque al construir historias vamos ayudándonos a desentrañar el tejido de relatos que conforma la existencia.
Por eso un taller de escritura es beneficioso para todo aquel que quiera conectar con su imaginación y trabajar con palabras o con imágenes transmitidas mediante palabras. Es un camino muy arduo para enfrentarlo a solas.
No todos los que van a un gimnasio pretenden ser plusmarquistas olímpicos, aunque muchos deportistas de alto nivel sí acudan puntualmente al gimnasio para mantener su cuerpo en forma. La comparación se puede transportar sin problema a los talleres de escritura: no hace falta querer ser un escritor de éxito o prestigio -por desgracia muchas veces no van acompañados- para inscribirse en un taller de escritura, pero si alguien tiene el deseo o al vocación de convertirse en uno la asistencia a un taller puede ser una opción más que interesante, ya que permite aprender y practicar muchos recursos dirigidos a ser un buen escritor.
Inscribirse y participar en un taller, en todo caso, no habilita a nadie para ser escritor, por mucho que en algunos lugares se obstinen en hacerle creer eso a los clientes -en dichos lugares pesa más la condición de cliente que la de alumno- que se acercan para recabar información al respecto; no se comercia con los deseos de las personas. Un taller tampoco debería ser un lugar donde a uno le den una palmada en la espalda con la exclusiva intención de que siga pagando su cuota mensual, como sucede, también, en muchos centros dedicados a la escritura creativa. Y, por último, un taller no debe estar pensado como una mera distracción vespertina que puede dirigir cualquier persona que haya cursado estudios de humanidades y cubrir así el expediente como alguien más cercano a un animador que a un verdadero profesor, cosa que ocurre en muchos centros culturales de distrito en los que dentro de su oferta de cursos se incluyen los talleres de escritura.
Un taller es un punto de encuentro, pero también una plataforma de investigación. Personal y social. En un taller no se aprenden tan sólo recursos y trucos destinados a hacer más eficaz un texto, que también, sino a encontrar en la escritura una herramienta para conocernos mejor a nosotros mismos y al mundo que nos rodea. Escribiendo se ordena el pensamiento, se clarifican ideas y sentimientos y el proceso de construcción de un texto puede servirnos, también, para construir nuestro universo. Por eso un taller de escritura no es tan sólo un lugar donde "aprender a escribir bien", sino, sobre todo, un lugar donde poder comprender los mecanismos de la sociedad y de nuestra mente y nuestro cuerpo. Sin misticismos, sin sucedáneos de autoayuda, tan sólo porque al construir historias vamos ayudándonos a desentrañar el tejido de relatos que conforma la existencia.
Por eso un taller de escritura es beneficioso para todo aquel que quiera conectar con su imaginación y trabajar con palabras o con imágenes transmitidas mediante palabras. Es un camino muy arduo para enfrentarlo a solas.